La primera vez que me vi en los zapatos de otra mujer.
- lauramanuelacocina
- 6 nov 2023
- 3 Min. de lectura
Besse-sur-Issole Francia
Siempre he admirado a las personas que dirigen un hospedaje o bed and breakfast en su casa. Deben tener mucha paciencia, amor por las personas y habilidades de comunicación increíbles.

En la Provenza en Francia nos quedamos en la casa de Gabrielle junto a su esposo, ella; una mujer de edad madura con habilidades suficientes para entendernos en inglés pero netamente francesa, en un lugar que las fotos no le hacían mérito a la magia que se sentía: un viñedo, campos de lavanda alrededor, una arquitectura exquisita, moderna pero conservando los elementos culturales franceses tradicionales que para mi como turista me dio uno de los deseos que más persigo cuando viajo, vivir una verdadera inmersión en la cultura.
Nos hizo una cena a todos los huéspedes, en una misma mesa compartí con italianos, daneses, holandeses, franceses y americanos, vivencias como estas son las que más llevo en mi corazón porque que me permiten liberarme de cadenas culturales que se forjaron en mí creciendo en Colombia: desconfiar de las personas, pensar que la única forma de poder vivir es trabajando en exceso, aferrarse más de la cuenta a objetos materiales o apariencias. En este caso, comparar cómo viven en diferentes partes del mundo me ha enriquecido la forma de ver las situaciones de mi vida, dándome una vista más periférica y habilidades diferentes al momento de ¨ser alguien¨. Admiro mucho a las personas que propician espacios en donde estas transferencias culturales se generan de una forma casi natural.
Gabrielle siempre estuvo pendiente de cada necesidad que teníamos; ella nos dirigió exactamente a donde queríamos ir, nos propuso nuevos lugares que pensó que nos llamarían la atención, con indicaciones siempre más detalladas de lo que esperábamos.
Nunca pierdo la oportunidad de conocer más de las personas que considero admirables y quieren contar sus historias, llegando al punto de tratar cada interacción como una entrevista, me apasiona saber y entender más de sus vidas y de todo lo que pueda aprender de ellas. Gabrielle y su casa hacían una sinergia notable, el espacio era maravilloso y ella también.
Como huésped uno puede observar que todo fluye a la perfección y que el espacio marcha en sintonía con todo lo que está bien, desde una perspectiva más profesional sé que todo esto no es suerte o azar, siempre hay una persona o varias detrás logrando que los huéspedes ni siquiera noten de los grandes esfuerzos que se hacen para que el espacio marche bien: el agua de la ducha en la perfecta temperatura, las toallas en los lugares más estratégicos, amenities en la habitación para no dar oportunidad de desear algo más de lo que ya se tiene, privacidad en un estándar muy alto, no escuchar a los huéspedes vecinos, interacciones mínimas si así lo deseas o espacios para que compartas con otras personas.
La hospitalidad trasciende de una comida o de un momento, es un estilo de vida que caracteriza a las personas dueñas de bed and breakfast. Ellos viven para servir y lo demuestran abriendo las puertas de su casa para recibir diariamente a personalidades de todo el mundo. Las amistades o conversaciones que se forman dentro de estos lugares que son forjados con amor perdurarán siempre en el core de la memoria de muchas personas viajeras.

No se si les pasa que cuando se enamoran de algo lo quieren para ustedes mismos. Aunque he visto en mi futuro cuando vengan mis años más adultos teniendo un hotel. Esta fue la primera vez que me me veía en los zapatos de otra persona, me imaginé todos los éxitos y fracasos por los que Gabrielle y su esposo debieron pasar para tener este lugar idílico, me imaginé las luchas y los logros, fantaseé viendo la construcción de los cimientos de la casa pero también eligiendo las mejores sábanas para las camas de los huéspedes, pensando en imitar todo lo que Gabrielle tuvo que hacer y continúa haciendo por sus huéspedes… sentí una verdadera convicción al arte de servir.
Al final de nuestra estadía, Gabrielle me despidió con uno de los elogios más significativos que me han hecho: me dijo que era una persona muy gentil y que se notaba que siempre quería que todos se sintieran cómodos alrededor mío, que apreciaba mis intenciones como verdaderamente honestas.
El lugar se llama Les Pierre Sauvages, queda a 1:20 minutos de Marsella, se debe tener carro para llegar y los últimos kilómetros son un poco complicados para entrar, por lo cual se requiere de paciencia y mucha atención a las instrucciones que dan. La noche oscila en los 120 dólares, solo reciben efectivo y el desayuno está incluido.
Cerca hay varios restaurantes, dos de ellos con estrella Michelín, a los cuales en todos hay que reservar con anticipación, desde aquí fuimos a Moustiers Sainte Marie y Gorges du Verdon.
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